lunes, 28 de marzo de 2011

28 de marzo de 2011

Aquí va un relato que leí en una revista. Da qué pensar sobre los profesores de Lengua...


Jorge es un Vampiro

una vez hubo llegado a la conclusión de que su profesor de literatura era un vampiro, Ada, de diez años, empezó a imaginar en clase de Matemáticas que a su amigo Matías le salían duendes por las orejas.

El timbre del recreo la sacó de su ensoñación y llevó su mente directamente al bocadillo que tenía en la mochila. Y a los juegos en el patio. Para jugar esta semana se había inventado que ella era una princesa que hacía magia cada vez que se ponía unos zapatos rojos y Matías era un caballero atrapado en una torre custodiada por un gran dragón.

Después de correr mil aventuras y cruzar a lomos de su caballo volador el foso pestilente del castillo en el que estaba atrapado Matías –que la miraba con cara de resignación-, Ada empezó a dar saltos de alegría porque la campana anunciaba que había que volver a clase. Y tocaba literatura con Jorge. A Ada le encantaba esa clase, y le encantaba ese profesor. Y hoy iba a leer la redacción que él le había pedido que escribiese. Seguro que le ponía un diez.

El día anterior, en mitad de la clase, Ada interrumpió a Jorge para preguntarle que si era un vampiro. La clase, incluido el profesor, respondió con una sonora carcajada.

-¿Tú qué crees, Ada?

-Yo creo que sí -dijo la niña con desparpajo.

-¿Y qué te hace pensar eso? –preguntó Jorge-. Bueno, no, no me contestes. Mejor, haz una redacción en la que me expliques por qué soy un vampiro y mañana la lees.

Y ahí estaba Ada con su redacción, titulada “Mi profesor es un vampiro”. Y empezó a leerla:


-Creo que Jorge es un vampiro. Para empezar, nunca sale al patio, y creo que es porque no puede darle el sol. Además, en clase siempre baja la persiana y va vestido de negro. El otro día lo estuve espiando en el comedor y no probó bocado. Tiene la piel muy blanca y cuando sale de clase se pone las gafas de sol, aunque esté lloviendo.

>>Creo que no tiene novia. Y es porque seguro que no puede besar a las chicas porque le saldrían los colmillos y…”

La clase entera empezó a reírse mientras Ada se ponía colorada y agachaba su cabeza.

- Un vampiro, Ada, ¡pero qué tonta eres! Tu imaginación empieza a jugarte malas pasadas –le gritaba su compañero Javier mientras la señalaba con el dedo.

Ada no podía disimular su tristeza. Bajó la mirada hacia su redacción, que había ilustrado con un dibujo de Jorge, luciendo capa y colmillos, y las lágrimas empezaron a empapar el cuaderno. Por primera vez en su tierna existencia, Ada fue consciente de que su imaginación se desbordaba y le hacía perder el sentido de la realidad. Era pequeña para tener ese pensamiento, pero lo tuvo y no le gustó. Y lloraba sin consuelo.

Jorge, al verla así, se enterneció. Mandó callar a la clase con un gritó que asustó hasta al más travieso de los niños y se acercó al pupitre de la niña. De espaldas a la clase, acarició la cabeza de la pequeña y trató de consolarla.

-No llores, Ada. Tienes un diez – decía con complicidad mientras enseñaba unos enormes colmillos y sus ojos se tornaban rojos.

Ada sonrió:

-Gracias – le dijo.

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